La Procesión del Cristo y la ornamentación del Altar

Cruz Parroquial

Cruz Parroquial

Procesión. La Procesión del Cristo de Bouzas constituye, junto con los Fuegos, el principal acto de las Fiestas celebradas en honor al Santo Cristo de los Afligidos. Sus orígenes se pierden en el tiempo y, en la actualidad, se celebra la tarde del tercer domingo de julio, congregando a miles de fieles y devotos que acompañan al Cristo durante su recorrido por las antiguas calles de Bouzas.

Los Porteadores son los encargados de llevar a hombros la Imagen del Santo Cristo por las calles de la Villa, a lo largo de un trayecto que con el paso de los años ha ido cambiando, siendo, en la actualidad, el comprendido por las calles Sebastián Elcano, Plaza de Urzáiz, Rúa do Pazo, Alameda Suárez Llanos, Tomás Alonso, Martín Alonso Pinzón, Beiramar, Eduardo Cabello, Santo Cristo y de nuevo Plaza de Urzáiz y Sebastián Elcano, para finalizar en el Atrio de la Iglesia, desde donde el Cristo presencia el espectáculo pirotécnico que se celebra en su honor.

Encabeza la Procesión el portador de la Cruz Parroquial, seguido por un

Niños con el traje regional

grupo de niños vestidos con trajes regionales que aportan una nota de alegría y color al solemne acto. Les siguen un grupo de señoras con mantilla española, que dan realce a la comitiva. Dos largas filas de fieles devotos van trazando el camino por el que ha de transitar la Imagen del Cristo.

El estandarte de la Cofradía aparece a continuación, con su portador y dos acompañantes más que lo flanquean a derecha e izquierda. Al igual que ocurre con la Cruz Parroquial, cada año, una familia boucense es elegida para portar este célebre blasón.

El sonido de las piquetas se empieza a escuchar después,

Estandarte

Estandarte

anunciando la inminente llegada de la Imagen del Buen Jesús a hombros de los esforzados Porteadores. Tras su paso, le siguen el tradicional angelito portando los atributos de la pasión y la banda de música. Y ya cerrando la Procesión, se congregan, por este orden, las Autoridades Eclesiásticas y Civiles.

La decoración del Altar del Cristo. La decoración del Altar del Cristo y su fantástica ornamentación floral representan otra de las tradiciones que se ha conservado durante más de cien años en nuestras Fiestas. Es una de las actividades previas al inicio de los festejos con la que se realza la Imagen del Cristo y se prepara la Iglesia Parroquial para celebrar, con la solemnidad que se merece, los actos religiosos de los días posteriores.

Los vecinos de la Villa también colaboran en el mantenimiento de la decoración, enviando flores desde los días previos al comienzo de las Fiestas, que son utilizadas por la Camarera del Cristo para completar la ornamentación del Altar y renovar la flor que con el paso de los días se va desluciendo.

Altar del Cristo de Bouzas

Altar del Cristo de Bouzas

Este tipo de decoración, tal y como hoy la conocemos, fue ideada a principios del siglo pasado por María González Vázquez y María Gestoso Vázquez de Fontán. Ellas introdujeron un nuevo estilo en la forma de ornamentar el Altar y lo transmitieron a María, Pepita y Carmen, hijas de la primera, quienes desde niñas continuaron con esta tradición hasta que el paso de los años dejó, primero, a Pepita en solitario y, finalmente, forzó el obligado relevo generacional en sus sobrinas Chicha y, posteriormente, Cristina, actual Camarera del Cristo de Bouzas.

Y ya por último, hemos recuperado un artículo escrito por Emilio Mera en 1982, siendo entonces Camarera del Cristo Pepita Pérez González, dónde nos explica, con su peculiar estilo, los orígenes de esta centenaria tradición.

Emilio Mera, 1982

Uno de los detalles de nuestras fiestas, que sorprendentemente llama la atención, muy gratamente impresiona y despierta la admiración del romero, es sin duda alguna, el esmerado, exquisito y refinado gusto con que se arma, dispone y adorna el altar, donde circunstancialmente, se expone la imagen del Santo Cristo de los afligidos.

Porteadores del Cristo

Porteadores del Cristo

Al intentar hacer una sucinta y resumida historia, en torno a esta interesante cuestión, se impone como debe ser primordial de gratitud, en cariñoso recuerdo a su memoria, el dar a conocer y airear debidamente, a quienes corresponde el honor de ser los auténticos y verdaderos promotores de tan sugestiva labor.

Con esta noble misión, me es muy grato consignar, que a quienes realmente se debe el extraordinario impulso en el esplendor, brillantez y belleza que exhibe dicha ornamentación, que le llevó a conquistar merecida mente, el prestigio y fama que actualmente disfruta, es a las conocidas y entrañables señoras, ya fallecidas, doña María González Vázquez (con sus tres hijas) y a doña María Gestoso Vázquez de Fontán.

Han sido, efectivamente, dichas señoras, las que con visión meridiana y aguda perspicacia, se percataron perfectamente, de la considerable y excelente función que entraña un buen adorno del altar, tanto en el aspecto puramente espiritual, como asimismo en el aspecto estrictamente material, al permitirnos proporcionar un mayor lucimiento y exhibición de la imagen.

El angelito

El angelito

Puestas en acción, la primera medida que consideraron meramente imprescindible, para llevar a buen fin su anhelado proyecto, fue desprenderse y desentenderse por completo, de aquella sencilla y anticuada monotonía y vulgar rutina, que por aquella época reinaba a tal respecto, y audazmente emprendieron una radical y espectacular transformación en estructura, formas y estilos.

Sirviéndose del valioso e inteligente asesoramiento y eficaz colaboración de las hijas de la mencionada doña María González Vázquez, con serena ilusión y tranquilo entusiasmo, fueron paulatinamente e incesantemente mejorando y perfeccionando su primorosa labor. Prosiguiendo con indeclinable y plausible ansia de refinar el atavío del altar, es de presumir que su inquieta y exuberante fantasía, les descubriría unos cuantos originales modelos, a cual mejor, cada uno por su estilo. Merced a ello, desde hace ya muchos años, el ornamento constituye un grandioso y artístico

Clero y Autoridades

monumento, radiante de luz y colorido, cuyo armonioso conjunto, con singular maestría nos ofrece una maravillosa estampa, que semeja un augusto trono, sobre el que la bella imagen, en todo lo alto, preside majestuosamente, las solemnes funciones religiosas celebradas en su honor. Complementan ese hermoso cuadro emotivas y simbólicas escenas alusivas a la dura y peligrosa vida de la mar, y que sin sensible detrimento en la natural alegría que debe reinar en esos días, despiertan tiernos sentimientos en los hijos de esta villa.

Debemos hacer constar, por lo que encierra de mérito, que se dio la singular circunstancia, que el apresto del altar durante su novenario, se llevó siempre a efecto con el mismo rango, pompa y esplendor, cuando

El Cristo preparado para ver los Fuegos desde el atrio

El Cristo a su llegada al atrio

se celebraron nuestros tradicionales festejos, que en aquellos años, en que acontecimientos adversos y aciagos (guerra, naufragios) aconsejaron su suspensión. Tal proceder es testimonio fehaciente de auténtica y sentida devoción al Santo Cristo, pues si bien el aderezo del altar es, en efecto, un simple acto externo y superficial, sinceramente se ha de convenir, que el verdadero móvil que lo empujó a salir al exterior y plasmar en realidad tangible y ostensible, fue una íntima fuerza espiritual de sus artífices; y que el fin primordial que persigue es en esencia, conferir mayor honra, realce y lucimiento a su bendita imagen.

Desde hace ocho años, la encargada de realizar, prácticamente en solitario, la referida operación del ornato, es la conocida y gentil señorita Pepita Pérez González. Con su meticuloso miramiento, estrecha vigilancia personal, asidua dedicación y sus ingeniosas innovaciones, que a modo de nuevos brotes o vástagos de floración, pretende sostener en permanente lozanía, el boato y brillantez que presenta el ornato del magnífico trono donde se expone el Santo Cristo de los Afligidos: Loable y plausible anhelo, que felizmente está alcanzando con buen éxito y plena satisfacción.