Bouzas, historia de la Villa
Sería impensable que la huella de D. Justo Fernández Fandiño no estuviera presente en esta página web. Como erudito, historiador y amante de nuestra Villa, a la que dedicó gran parte de sus estudios, es el principal referente para conocer en profundidad la historia de la Villa de Bouzas y de su Ayuntamiento gracias a su libro «Bouzas. Historia de la Villa». De entre los muchos y valiosos documentos que nos ha dejado, exponemos a continuación una cronología escrita para el libro de las Fiestas que recorre la historia de Bouzas desde sus orígenes en la prehistoria hasta el S.XX de nuestra era, y que pone énfasis en dos fechas fundamentales de la historia de la Villa: la creación del Ayuntamiento de Bouzas en 1555 y su anexión al Ayuntamiento de Vigo en el año 1904.
Índice de contenidos
· Prehistoria y primeros asentamientos. Origen del topónimo Bouzas.
· Siglos XV-XIII a.d.C. Fenicios, Griegos y Cartagineses.
· Siglos III a.d.C.- IV d.c. : La ocupación Romana.
· Siglos V-VII : Caída del Imperio Romano y comienzo de la Edad Media.
· Siglo XVI – Comienzo de la Edad Moderna. El nacimiento de los Municipios con los Reyes Católicos.
· 1555. Constitución del Ayuntamiento de Bouzas. Los pleitos con Vigo por la sal y el libre comercio.
· 1790-1904. La Nueva Casa Consistorial. La flota de vapor. La industria conservera y de salazón.
· 1904 – S.XX. Anexión al Ayuntamiento de Vigo.
Prehistoria y primeros asentamientos. Origen del topónimo Bouzas.
Desde el principio de los tiempos, según nos lo demuestranhoy en día los estudios arqueológicos y paleontológicos, es un hecho universalmente aceptado que la humanidad ha venido viviendo siempre, y necesariamente, en sociedad que, desde un principio, se vio necesitada de disponer siempre de personas aptas, capaces e idóneas, que ordenasen, dirigiesen y rigiesen las relaciones normales y naturales entre las gentes y los pueblos.
La primero célula básica de la sociedad fue la familia, conocida en un principio como «clan», que era regida únicamente por la autoridad patriarcal de su cabeza, y que se cobijaba, en sus primeros tiempos, en cuevas o cabañas, formando pequeños poblados con afinidades familiares entre sus componentes.
Cuando algunos del los habitantes del clan se atrevieron a salir de las lindes de su tierra, y conocieron nuevas gentes, aprendieron que en el mundo existía algo más que las burdas y tiránicas leyes de su exclusivo patriarca, dando lugar con ello a la unión pacífica de varios de estos clanes o familias, formándose entonces la «tribu», que se asentó en un territorio más extenso que hicieron común y delimitaron fuertemente, siendo dirigida por un elegido, normalmente entre los más ancianos o entre los más expertos.
Hace unos 3600 años, cuando los Celtas arribaron a nuestras tierras procedentes de la Galia, existían, según aseguran diversos historiadores, varios poblados en las rías gallegas, erigidos sobre la mar con multitud de palafitos. Uno de estos poblados lo sitúan levantado sobre unos bajos o arrecifes rocosos existentes entonces en la Ría de Vigo, que fueron conocidos como «Carreiro de fora» y «Carreiro de dentro», y que estaban situados en la proximidad de un altozano avanzado en la costa, que luego sería llamado «Cerrillo de los Caravallos», rodeado por una magnífica y extensa playa que ocupaba, a uno y otro lado, una larga longitud de costa. En este cerrillo, y entre los años 1582 y 1626 de nuestra Era, se levantaría la actual iglesia parroquial de San Miguel de Bouzas, y la bella y gran playa sería sacrificada, posterior y recientemente, en el altar del progreso.
Existe en la historia una etapa inicial en la que los individuos y la sociedad no se rigen por la razón ni por el intelecto, todavía poco desarrollados, sino por conceptos directamente inspirados por la intuición y por las percepciones. Así, aquellos primitivos aborígenes, semilla de los futuros boucenses, se asentaron en un lugar que, por dicho instinto, encontraron favorable tanto para su defensa como para su supervivencia, que no por su espléndida y gran belleza, la cual no estaban capacitados para admirar. Vivían principalmente de la pesca y demás productos de la mar, bajando durante el día a tierra desde su húmedo refugio para aprovisionarse de agua, vegetales y de alguna que otra pieza de caza, que usaban tanto para alimento cómo para proporcionarse con sus pieles sus precariasy escasas vestimentas.
En cuanto al agua, disponían de ella en un lugar muy cercano, pues existía un abundante manantial en las cercanías del lugar en dónde hoy está la plaza de Diego Santos, al principio de la Rúa de Ramón Álvarez, conocido antes como la « Fuente Vieja », en cuyos alrededores montarían algunas cabañas para su estadía diurna, que rodearían con parapetos térreos y estacadas, denominando como «bouza» a cada uno de estos recintos, según se continúa llamando aún hoy, en el idioma campesino, a la porción de terreno cerrado sobre sí mismo en todo su perímetro, lo que sin duda dio, posteriormente, origen al topónimo de BOUZAS.
Siglos XV-XIII a.d.C. Fenicios, Griegos y Cartagineses
La llegada de los fenicios y de los griegos, en los siglos XV y XIII, antes de J.C., dio lugar al nacimiento de importantes concentraciones de población, la de Tui entre ellas, estableciendo un regidor en cada una y creando un incipiente sistema político y administrativo que trajo consigo una larga época de relativa paz y prosperidad. Ésta sería rota por la invasión de los sanguinarios guerreros cartagineses que, a partir del año 662 antes de J.C., sembraron muerte y destrucción por toda la Península, hasta que fueron expulsados de ella en el 205 antes de J.C., por las tropas de Roma.
Siglos III a.d.C.- IV d.c. : La ocupación Romana
Los romanos, llegados hacia el 218 a. de J.C., y tras derrotar a los cartagineses, se instalaron entre nosotros, dejándonos su huella con la construcción de nuevas ciudades que amurallaron fuertemente, y se expandieron territorialmente abriendo nuevas e importantes vías de comunicación y realizando a su paso numerosas y perdurables obras civiles y religiosas, impulsando a la vez la agricultura, dejándonos como testimonio de ello su conocido, y casi actual, arado romano. Instauraron también en la Península su magnífico y eficaz sistema político, militar y administrativo.
En el siglo I de nuestra Era dividieron la península en catorce provincias o “Conventos Jurídicos”, jurisdicciones de las que era cabeza una ciudad a la que denominaron “MUNICIPUM” y que era dirigida por un gobernador, desde la cual se desplazaba para administrar justicia al resto de las otras poblaciones, mandadas cada una por un regidor.
Dos de estos “Municipios” o capitales de provincia, fueron establecidos en la Galicia de entonces, correspondiendo tal dignidad a las ciudades de Lucus Augusta (Lugo) y de Brácara (Braga). Los vecinos de estas ciudades gozaban y obtenían los mismos derechos, y se les exigían las mismas obligaciones que a los habitantes de Roma.
Es el primer antecedente que encontramos en la Historia de la palabra MUNICIPIO, cuya importancia y significado ha permanecido prácticamente sin alteración hasta nuestros días.
Mientras tanto, aquellos antiguos pobladores de la Ría de Vigo, habían abandonado definitivamente su húmedo hábitat y comenzaron a asentarse definitivamente en tierra firme, reformando sus anteriores cabañas por construcciones más sólidas en el mismo lugar en el que sus antepasados habían instalado sus bouzas o cerrajos, alrededor de la “Fuente Vieja”, levantando algunas otras viviendas en un lugar próximo , que también disponía de su manantial, y cuya zona sería conocida mucho después como la del “Crucero Viejo”. Es decir, empezaba a nacer y definirse urbanísticamente la población de nuestro actual Bouzas, cuya población se componía principalmente por pescadores, comenzando a aparecer entre ellos algunos artesanos de tierra: carpinteros, herreros, canteros, rederos, panaderos, cesteros, etc, etc., iniciándose así una sociedad de gentes unidas por un mismo afán y dispuestas al auxilio y defensa de mutua contra apetencias ajenas y extrañas.
A la vez que la expansión romana se iba reforzando, comenzaba a instaurarse el poder de la iglesia que, tras los primeros tiempos de las persecuciones cristianas de Roma, había alcanzado dentro del Estado un puesto preeminente gracias a las concesiones otorgadas por el emperador Constantino “El Grande” al Papa Silvestre I en el año 325, y había llegado a consolidar sedes episcopales en Galicia, entre ellas las de Lugo, Iria Flavio y Braga. Así se convirtió la iglesia en una fuerza alidada y pareja con los poderes del Estado, lo que reportaría gran importancia futura en el desarrollo y evolución de nuestra Villa.
Una vez logrado este poder, comenzó a organizarse el estamento eclesiástico, instituyendo en su diócesis, cada una de ellas compuesta por numerosas parroquias, lo que denominaron “Cámaras Apostólicas”, con el destino propio de su nombre, y “Mesas Obispales”, encargadas del orden jurídico y administrativo, dotándolas de cargos similares a las de la organización civil, llegando incluso a contar con gentes de armas.
Tanto el Estado en la Iglesia, como ésta en el Estado, tenían respectivas representaciones entre sí paramantener la cohesión y la unidad de sus respectivas acciones, con lo que establecían mutuamente una especie de consulados, o cancillerías, dentro de cada uno de ambos poderes.
Siglos V-VII : Caída del Imperio Romano y comienzo de la Edad Media
Pero toda esta organización, que nuevamente había instaurado un poder evolutivo hacia la convivencia y prosperidad, se vio rota por la invasión de los pueblos bárbaros del norte de Europa que, tras derrotar a los romanos en su capital de Constantinopla en el año 453, ocasionaron la caída total y la desaparición del Imperio, arruinando con ello su magnífica organización, encontrando así la puerta abierta para invadir, sin apenas oposición, todas las tierras y países hasta entonces dominados por Roma.
Los resultados de esta bárbara y cruel invasión se caracterizaron por una rígida contracción de la economía general y por un retroceso hacia un régimen de economía personal de supervivencia que dio origen al sistema feudal.
En Galicia se establecieron, principalmente, los suevos, que tenían sus propias leyes, aunque sometidos generalmente al poder visigodo general. Estos reyes, suevos y visigodos, obsequiaban a sus vasallos distinguidos con un feudo, que era un bien de carácter vitalicio y no hereditario, consistente en títulos de nobleza, grandes extensiones de terreno con sus castillos, tributos, siervos, esclavos, etc,.., convirtiéndose así en los detentores del poder absoluto sobre vidas y haciendas, con derechos señoriales y de administración de justicia, sin tener que rendir cuentas, y sólo con la obligación de servir a su rey.
Esta nueva situación, que dio origen a la Edad Media, supuso un gran cambio en la vida lugareña, pues perdieron su autonomía propia para depender del encastillado señor feudal y convertirse en sus servidores foratarios, a los que nada les pertenecía, ni siquiera sus viviendas ni sus tierras, ni casi sus vidas, y que todo lo que ocneguían con su trabajo tenían que pasárselo a su señor, quién, “bondadosamente”, les permitía quedarse con una pequeña parte para su consumo. También quedaban sujetos a las levas de sus hijos, que pasaban a engrosar la milicia del opresor. No era posible protesta ni iniciativa alguna si no se quería ser fuertemente reprimido, llegando el castigo incluso hasta la pena de muerte. La Iglesia también sufrió un fuerte descalabro por los continuos ataques y expoliaciones que sufría, ya que los invasores profesaban la herética religión arriana y no toleraban de buena gana al cristianismo, siéndole suprimidos muchos de sus privilegios.
Fueron muy malos tiempos, pues, aparte de epidemias temporales y hambruna, la totalidad de la población había sido dividida en cuatro clases: Los esclavos, el pueblo, los nobles y el clero. Los esclavos, poco numerosos afortunadamente, no gozaban de una condición superior a la de los animales domésticos. El pueblo era pobre y tenía que sujetarse forzosamente a los nobles, y parte de él vivía muy humildemente en las cercanías de los castillos, en dónde se refugiaba en tiempos de guerras. El noble era poseedor de una propiedad y tenía bajo sus órdenes a los anteriores y a los guerreros; y, por fin, el Clero, reclutado por los nobles entre sus familiares y entre personas de convenientes clases sociales. Sus principales cargos llegaban a ostentar significativas prerrogativas, entre ellas la de actuar cómo jueces en lo civil y criminal, pudiendo aplicar sus propias penas o castigos.
Siglos VIII-XV. Edad Media. Bouzas y la comarca de Toroño. Los Templarios. Cortes de Toro y donación al Obispo de Tui.
Y en estas tesituras transcurrieron largos años de ímprobos y poco productivos trabajos, viendo el pueblo cómo, en el 711, se producía la invasión morisca, que tuvo relativamente poca influencia en Galicia, hasta que don Pelayo inició la Reconquista de la Península en el año 722 con la batalla de Covadonga, dando comienzo con ello al nacimiento de la monarquía católica española, que se instauró seguidamente en Asturias, Galicia, León, y Castilla, recobrando entonces la iglesia sus antiguas prerrogativas.
El sistema político, con pocas variantes, continuó siendo el feudal, y así, alrededor del año 1110, el Conde Gómez Núñez dominaba las tierras de la comarca de Toroño, que comprendían, en general y con alguna excepción realenga, desde La Guardia hasta Redondela, dentro de la cual estaba incluido el territorio boucense. Este conde se hizo famoso al enemistarse con la reina doña Urraca (1109-1126) al intentar que su hijo, Alfonso VII (1126-1157), aún niño, fuese coronado como rey independiente de Galicia, con cuya pretensión expresaba, junto con otras personalidades, el deseo de separación de la coronad e Castilla.
Al fallecimiento del conde Gómez Núñez todas sus posesiones pasaron a la Corona, que, con el tiempo, les fueron cedidas o aforadas a los Templarios en el año 1200, quienes las ocuparon y mantuvieron en su poder, junto con sus ciudades, conventos, castillos y bailías (tenían una en Coia), haciendas y vasallos, hasta la forzada desaparición de su congregación en el 1309, en el que de nuevo pasaron al Estado durante el reinado de Fernando IV “El Emplazado”.
En el año 1360, el rey Pedro I “El Cruel”, en premio a los servicios prestados, concede el señorío de las dichas tierras de Toroño al noble don Suero Yáñez de Parada, a la vez que le nombra Adelantado Mayor de Galicia, cargo y tierras que se ve obligado a abandonar, refugiándose en Portugal tras haberse atrincherado antes durante un tiempo en Tui a pesar de la fuerte oposición de su obispo, tratando de defender sus posesiones al ser desposeído de ellas por el rey Enrique II “El Dadivoso” por presentarse contrario a su causa y coronación, conseguida tras dar alevosa muerte a su hermanastro Pedro I en 1369.
El nuevo rey Enrique II, en las Cortes celebradas en Toro (Zamora) en el año 1371, y en reconocimiento a su lealtad, hace donación al obispo de Tui, don Juan de Castro, y a su iglesia, y “para siempre jamás”, de todo el territorio de Toroño con sus posesiones, cotos y términos.
El lugar de Bouzas, situado por entonces en el enclave de Toroño, y que pertenecía a la parroquia de San Martín, del próximo lugar de Coia, se vio incluido entonces en el exclusivo dominio ejercido por el obispo, deán y cabildo de Tui, quienes nombraban jueces y escribanos para administrar justicia, imponían contribuciones y concedían foros de terrenos y viviendas, es decir, intervenían política, legal, administrativa y pastoralmente en la totalidad del cotidiano quehacer de las gentes, con lo que ajustaban sus capacidades económica y política a las ineludibles relaciones con Roma y con la monarquía.
En todo el tiempo transcurrido desde entonces, y ya situados hacia el año 1480, algo había cambiado, para bien, en la vida de nuestros antiguos convecinos. El lugar iba creciendo sensiblemente en número de habitantes y viviendas, agrupándose y organizándose en esta época de finales de la Edad Media, al amparo de ciertas concesiones reales y siempre con la supervisión obispal, en distintas hermandades y gremios laborales, cuyos representantes ya se permitían tomar decisiones en la vida pública al ostentar un cargo elegido por el pueblo llano. Los vecinos celebraban sus reuniones decisorias en la plaza del lugar, convocando al pueblo a son de campana tañida, y dicha juntanza o reunión recibía el nombre de “CONCEJO”.
Al advenimiento de los Reyes Católicos (1474-1504), el país era un caos. El erario público no tenía más que telarañas. No en balde el reino se debatía en la larga guerra contra los moros, que ya duraba bastante más de siete siglos, y últimamente también venía soportando desde 1467 la llamada “guerra de los villanos” entre las Hermandades de campesinos y artesanos –“Irmandiños” en Galicia- contra los numerosos y tiránicos nobles, que fueron derrotados en muchos lugares. Simultáneamente, entre 1470 y 1474, se declaraba la guerra civil por la sucesión del rey Enrique IV “El Impotente”, entre los partidarios de su hermana Isabel y los de su hija bastarda Juana “La Beltraneja”, que se decantó por el triunfo de los isabelinos.
Los monarcas lo intentaron todo, e iniciaron la pacificación y recuperación económica sobre bases firmes. Para ello, en las Cortes celebradas en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) en 1476, se trataron dos problemas fundamentales: El restablecimiento del orden y la situación económica, para lo cual acotaron el poder y privilegios de la nobleza, y reformaron las finanzas de la hacienda pública nombrando gobernadores y alcaldes mayores en las numerosas regiones y localidades para que vigilasen el cumplimiento de la Ley y recaudasen e ingresasen en el erario real los tributos, eliminando con ello la corrupción y defraudación existente. Establecieron también la unidad religiosa imponiendo el catolicismo y el ritual romano (por lo que el Papa Inocencio VIII les concedió el título de “Católicos”). Con ello dio fin la época de la Edad Media, o feudal, y comenzó la llamada Edad Moderna, que en sus principios se caracterizó por un lento y continuado enriquecimiento de la burguesía debido a la nueva coyuntura política.
Siglo XVI – Comienzo de la Edad Moderna. El nacimiento de los Municipios con los Reyes Católicos.
Puesto en marcha el plan, en el que todavía se observaron algunas omisiones y fisuras, el rey Fernando el Católico, ya solo, puesto que la reina Isabel había fallecido un año antes, celebra unas nuevas Cortes en Toro (Zamora), en el año 1505, ya libre la Península de los moros desde hacía trece años, los mismos que hacía que se había descubierto América, en las que se robustece aún más el poder central de la monarquía: se suprimen en dichas Cortes las justicias impartidas por nobles y clérigos, creando las Audiencias Nacional y Territoriales; reúnen en un solo cuerpo los distintos fueros y privilegios existentes; organizan la milicia formando un solo ejército, agrupando para ello las distintas órdenes militares; y, lo que más nos importa en ésta nuestra historia: redactan, y dictan las REALES ORDENANZAS MUNICIPALES y promueven el envío de corregidores al frente de las más importantes ciudades y villas, facultándolos a nombrar tenientes que los sustituyan en sus quehaceres y ausencias. Es decir, FUERON CREADOS LOS PRIMEROS AYUNTAMIENTOS de la Península y establecido su organigrama.
Pero para constituir éstos nuevos Departamentos Municipales existía un hecho diferencial en Galicia, con respecto a Castilla y otras comarcas. Era la gran diseminación de la población, ampliamente distribuida en el territorio. No así en otros lugares cómo los de la meseta castellana, y otras regiones similares, en las que sus habitantes estaban aglutinados alrededor de su castillo y su iglesia, y tan distanciados unos pueblos de otros que resultaba complicado que perteneciesen a una misma municipalidad.
El problema se solventó entonces con la decisión de que la población gallega, y otras con las misma características, debían ser agrupadas por parroquias, consideradas como células vecinales con clara delimitaciónrepresentación política para la formación de cada municipio.
Otro inconveniente atañía a la diócesis regida por el obispo y cabildo de Tui, y era que, al igual que en las de Compostela, Palencia, Osma y Sigüenza, dichos prelados conservaban el señorío temporal que dependía de anteriores privilegios, que las nuevas Ordenanzas les reconocían al conservarles sus fueros, a la vez que les otorgaban derechos que les permitían y les obligaban a designar los territorios y los cargos municipales, cuya actuación, una vez elegidos, les suponía una pérdida importante de sus seculares prerrogativas.
Por ello, en nuestro caso de Tui, dejaron transcurrir medio siglo en bizantinas discusiones para demorar al máximo el cumplimiento de lo establecido en las Reales Ordenanzas Municipales, y en hacer lentamente los censos de población, como el realizado en Bouzas y su comarca en el año 1528, para tratar de conocer con exactitud la población, situación, extensión y rendimientos de las distintas parroquias con relación a su proximidad a la villa en que pretendían asentar la cabeza de cada municipio, a la vez que para retrasar la pérdida del dominio obispal y minimizar la pecuniaria, aunque continuaran conservando su estatuto de propiedad sobre tierras y foros.
1530-1550. Preparando el terreno. El crecimiento industrial y demográfico de Bouzas. La primera iglesia.
Pero la curia tudense tenía sus planes en relación con el dilema de la situación de las capitalidades municipales, y era que, entre la treintena que preveía constituir en su diócesis, había decidido situar una de ellas en el pueblo de Bouzas y pensaba la forma de preparar el terreno, favoreciendo y facilitando a la vez los medios para la expansión y población del lugar. Primaba en ello lo interesante que podría resultarle tener una gran población pesquera e industrial aledaña a la de Vigo, que pertenecía a la jurisdicción Compostelana, con la que competía en intereses económicos.
El obispo don Diego de Avellaneda (1526-1537), muy bien relacionado con la Corte por su noble ascendencia, poniendo en marcha el plan previsto por sus predecesores, consigue de la Real Chancillería que el puerto de Bouzas sea declarado “puerto libre de comercio”, libre de cargas aduaneras estatales.
También consigue que Bouzas disponga de un alfolío depósito de sal para incrementar la producción salazonera, y que se suprimiesen los portazgos para el paso de mercancías por el pueblo. Ello, aparte del resquemor del vecino Vigo que por tal motivo entabló algunas acciones violentas al sentirse perjudicado, trajo rápidamente a Bouzas un incremento industrial y social muy notable.
Según se recoge en algunos documentos catedralicios de Tui alrededor de 1540, y seguramente en comparación con el censo o apeo de pocos años antes, dicen que: “El lugar de Bouzas, que es del obispo deán y cabildo, parece que se va poblando y aumentando cada día más por ser más apto para el servicio de la mar y para cargar en él mercaderías por mar y tierra, por lo que se trasluce de que algunos vecinos de Vigo se pasan a vivir en el dicho lugar de Bouzas”. El lugar se estaba convirtiendo cada día en uno de los más favorecidos por los obispos tudenses, atrayendo con ello a él a gentes de cercanos lugares.
Y así, en 1542 el prelado don Diego Muñoz (1540-1547) comprobando que el incremento continuaba sin cesar y no era un hecho circunstancial, se hace eco de una sugerencia de los vecinos y manda construir una ermita o pequeña iglesia, bajo la advocación de San Miguel, dependiente de la parroquia de Coia, que sitúa en línea de playa en las proximidades del “Crucero Viejo”, explicando que es para que éstos no tengan que desplazarse, especialmente en la invernada, hasta la no muy alejada parroquia de San Martín de Coia, continuando atento a sus inmediatas necesidades, estableciendo también allí, poco después, un cementerio y realizando unas ampliaciones en el edificio religioso en vista de la cada vez mayor afluencia de fieles.
Poco tiempo después, en 1550, un nuevo obispo, don Juan Martínez de San Millán (1547-1564), contribuye con doscientos ducados para la construcción de un muelle de atraque y rampa de carga, para facilitar las tareas de la pesca y las del tráfico marítimo, lo que inmediatamente fructificó en una mayor prosperidad, atractivo e importancia al pueblo al incrementarse sensiblemente industrias y comercio, con lo que se activó más la llegada de nuevas gentes, artesanos y pescadores.
1555. Constitución del Ayuntamiento de Bouzas. Los pleitos con Vigo por la sal y el libre comercio
Al fin, no se pudo demorar por más tiempo la solución al problema, tantas veces instada por la Corona, para integrar la totalidad del país en su Administración, ya que consideraban tener todo dispuesto a su satisfacción para ello, puesto que Bouzas ya casi cumplía con todos los planes previstos: Tenía su iglesia, aunque todavía no era parroquia según se intentaba, y una gran población de gentes; su puerto funcionaba perfectamente con el nuevo muelle, y su industria salazonera y artesana crecía sin cesar. Gozaba de gran predicamento en su zona de influencia.
Y así, el obispo don Juan Martínez de San Millán, con sus cuatro Cámaras Obispales, se reúnen el día 3 de marzo de 1555 en el edificio de la Cámara de Coruxo, juntamente con el juez corregidor de Bouzas, don Alonso Pérez de Ceta, y los cinco regidores representantes de las parroquias de Bouzas, Bembrive, Beade, Coia y Coruxo, y en cumplimiento de lo estipulado en las Reales Ordenanzas Municipales, estando facultados para ello, llevan a efecto solemnemente la constitución del AYUNTAMIENTO DE BOUZAS, cuyo lugar sería denominado oficialmente cómo VILLA DE BOUZAS, en reconocimiento a su nueva entidad y rango.
Ese día todo fue alegría y jolgorio en la nueva Villa. Sus moradores aclamaron la decisión de sus obispos, tanto la de los anteriores, principalmente la de don Diego Muñoz y la de don Diego de Avellaneda, como la del actual don Juan Martínez de San Millán, con cuya moderación y acertada perspicacia, había sabido llevarles a tan enaltecida situación sin que hubiese ocurrido altercados notables entre lugares limítrofes que aspiraban a ser ellos los elegidos.
En Tui recogieron la felicitación de los laboriosos y leales vecinos, congratulándose a su vez por el acierto de la larga y meditada decisión de sus antecesores. Esperaban que en el futuro los diezmos de su creciente industria y pesca les compensasen del alejamiento de su señorío temporal, con dejación de su dominio civil y criminal, toda vez que, además del espiritual, continuaban manteniendo su estatuto de propiedad sobre tierras y foros en virtud de la donación hecha por el rey Enrique II en el año 1371.
Aquél primer Municipio de 1555 estaba compuesto, territorial y políticamente, por la unión de nuestra villa, que era la cabeza titular, con las vecinas parroquias de Bembrive, Beade, Coya y Corujo. Todas ellas tenían su representación en el nuevo Consistorio, del cual era presidente un juez (alcalde) con residencia obligada en la villa; un escribano, que actuaba como secretario; y un regidor (concejal) por cada una de las parroquias, Bouzas incluido. Algo más tarde se incorporaron, con carácter representativo, los portavoces gremiales de la Mar y de la Tierra, dos por cada uno de ellos, que intervenían, con justicia, en su gobierno y administración.
Al constituirse el Ayuntamiento, éste buscó un Lugar en el que asentar sus dependencias administrativas, haciéndolo en una casa que arrendó a Esteban Gallego, que tenía foro del obispo, situada en la entonces llamada Calle de Arriba, hoy Rúa de de ramón Álvarez. Allí se trasladó también desde Coya, en dónde estaba establecido, el juzgado de lo civil y criminal, compuesto por un juez y un escribano que se renovaban trienalmente.
En la parte posterior de la finca de dicho inmueble, y en una pequeña dependencia exenta, que lindaba con el camino a Roade, se habilitó la cárcel o depósito municipal de detenidos, que solían compartir hombres y mujeres juntos, si fuera necesario, dado su exiguo tamaño, obligando la justicia que su custodia la ejerciesen los vecinos de la jurisdicción, puesto que ella carecía de asignación y personal para ello.
Una de las primeras e importantes comunicaciones oficiales que recibió el nuevo Ayuntamiento, dirigida por el fiscal de la Real Cancillería de la Audiencia Nacional de Valladolid a la II Justicia y Regimiento de la Villa de Bouzas”, fue la de la participación de la favorable y amplia sentencia, dictada con fecha 16 de Marzo de 1556, sobre el largo pleito, incoado treinta años antes, e incrementado con otras varias denuncias en años posteriores, a causa de los graves incidentes ocasionados en Bouzas por los celosos vigueses, que se sentían lesionados en sus intereses, para tratar de impedir por la fuerzaque se ejecutasen las importantes concesiones hechas por la Corona a solicitud y principal intervención del obispo don Diego de Avellaneda.
Una de éstas concesiones declaraba al puerto de Bouzas como de libre comercio y exento de aranceles aduaneros. Otra permitiría al Gremio de la Mar que pudiera comprar toda la sal que quisiere y dónde quisiere, y tener alfolí para su venta; y para que los pescadores e industriales pudiesen salar, sin limitación, todo el pescado que quisieren. Y, finalmente, que la villa de Bouzas fuese declarada de libre tránsito para las mercancías comerciales y portuarias, tanto de entrada como de salida, sin que para ello fuese preciso abonar portazgo alguno.
Para dar a conocer la sentencia, el Consistorio de Vigo, como parte contraria, convocó una reunión, el día 12 de Octubre de dicho año 1556. Se reunieron con el juez corregidor, don Gregorio del Valle, el enviado del arzobispo compostelano, a cuya sede pertenecía la villa, con todos los demás cargos municipales y varios señalados vecinos e industriales como testigos, actuando de secretario del notario de S.M., don Nuño Vilela.
Una vez leída, y enterados de dicha sentencia ejecutoria, acuerdan los reunidos reconocerla, aceptarla y cumplirla en todos sus términos, empeñando para ello los asistentes sus propias personas y bienes si fuese preciso. De todo lo acordado, y en vista de la concordia habida, el notario levantó acta que firmaron todos los asistentes y testigos.
1563-1627. La Villa de Bouzas continúa su expansión. Construcción de la actual Iglesia Parroquial, de las calles aledañas y consolidación del barrio del “Cruceiro Vello”.
Al restablecerse la tan ansiada paz entre los vecinos de ambas villas, la de Bouzas vio, en poco tiempo, incrementarse grandemente su población, que así podía trabajar y faenar con entera libertad sin temor alguno, salvo algún pequeño incidente aislado que fue rápidamente solucionado y castigado, bien por los propios vigueses de acuerdo con lo establecido en el documento concordado, o bien acudiendo a la justicia territorial.
Tanto fue así que en el año 1565, es decir, diez años después de constituido el ayuntamiento, el obispo don Diego Fernández de Torquemada (1564 – 1582), al poco de tomar posesión, y durante una visita pastoral, conoció tanto la gran villa que se estaba formando cómo los numerosos casales establecidos en sus alrededores, con grandes extensiones de terreno, y varias viviendas en cada uno de ellos, dedicados a la agricultura, especialmente la vinícola, ya la ganadería.
Por el apeo llevado a cabo en el mismo año 1565, ordenado por el obispo Torquemada en defensa de sus tenencias, se ha llegado a conocer que la villa, en su mayor parte, ya estaba definida con las prácticamente mismas alineaciones de casas que perduran hasta nuestros días.
Tras la extensa playa de entonces, y como continuación de la misma, existía un amplio terreno conocido cómo el “Campo de las Redes”, en el que se levantaba un bosque de mástiles sobre los que los pescadores reparaban y secaban sus aparejos. EsteCampo fue delimitado, en el acto del apeo llevado a cabo, exactamente con las mismas configuraciones y dimensiones que se mantienen hoy en día en la actual Alameda de Suárez Llanos. Al ser delimitado, y destinar parte de él a solares y huertas, dejaron señalada los apeadores una nueva calle, la que hoy es la de Pescadores, que era considerada entonces, y por mucho tiempo, como linde real urbanístico de la villa.
Las calles, en dicho año de 1565, estaban, pues, ya perfectamente definidas. Las más importantes con su mayor parte empedrada o losada para permitir el tránsito te caballerías y carros. Su conservación corría a cargo del ayuntamiento que también se ocupaba del desbroce y limpieza de sus cunetas para evitar la formación de lodazales. Todo ello confirma y nos da pie para asegurar, en comparación extrapolada con el censo realizado en el año 1528, citado en nuestro artículo anterior, la gran expansión urbana, demográfica e industrial que tuvo la villa en tan sólo los diez años transcurridos a partir de la creación de su ayuntamiento. Los regidores municipales le prestaban el máximo interés dentro de las posibilidades y medios de la época. También cooperaba a ello el obispado de Tui, sobre todo en lo que atañía a la concienciación social y espiritual de sus habitantes.
Los vecinos, formando una piña, habían constituido, en la humilde ermita de la playa, varias Cofradías, entre ellas la del Santísimo Sacramento; la de la Misericordia; la de Ánimas, y la de Los Remedios, que perduraron largos años. En el año 1574, al fallecer el prepotente e intrigante vicario titular de la parroquia de San Martín de Coya, Sr. Fernández Freixo, el obispo don Diego Fernández de Torquemada (1564-1582) y su deán y cabildo nombran, tras reñida oposición de méritos, al Rvdo. D. Gregorio de la Iglesia, de San Pelayo de Navia, como su sucesor. Al mismo tiempo, y aprovechando la oportunidad para completar los antiguos planes obispales de encumbrar al máximo la Villa de Bouzas, y aludiendo igualdad de méritos, designan también como vicario, para la iglesia de San Miguel de Bouzas, al Rvdo. D. Sebastián Pérez, natural de la misma Villa.Con ello la sencilla ermita se convierte en Iglesia Parroquial, independizándose de la de Coya, y la Villa de Bouzas en Parroquia, la más importante de su entorno por número de habitantes.
La pequeña ermita de Bouzas, aunque contaba por entonces con su coadjutor titular, dependiente de Coya, resultaba ya muy pequeña y había tenido que ser ampliada un par de veces. Los vecinos, en 1563, habían solicitado la construcción de una iglesia mayor al obispo don Juan Martínez de San Millán (1547-1564). En 1567, atendiendo a esta petición, el obispo Torquemada elige, y participa a los vecinos, el lugar en el que habría de ser levantado el nuevo templo.
Tan pronto obtuvo Bouzas la categoría de parroquia se aceleran los trámites para su construcción, la cual da comienzo en el año 1577 con el levantamiento del ábside, en lo cual se emplearon poco más de tres años. En 1582 se comienza el cuerpo de la iglesia. Los vecinos colaboraron a estos trabajos con mucho esfuerzo y generosa aportación de mano de obra en ayuda de los oficiales canteros, a lo que ninguno rehusó dentro de sus posibilidades. Facilitaron también medios de transporte, maderas, herramientas y demás medios precisos.
En Bouzas las cosas iban marchando aceptablemente debido a las acertadas acciones de sus patronos, Ayuntamiento y obispado. Pero en el país, enfrascado en innumerables guerras emprendidas por el rey Carlos I (1516-1555) y continuadas por su hijo Felipe II (1555-1598), no iban tan bien. Los conflictos de Nápoles y Francia, terminados en 1557 con la batalla de San Quintín; las guerras contra los trucos, con el célebre combate naval del Golfo de Lepando, en 1571; la guerra de Flandes, con la pérdida del dominio de los Países Bajos; y el desastre de la llamada “Armada Invencible”, enviada contra los ingleses en 1588, como más trascendentes, fueron el detonante de una época de escasez y decadencia general.
Aunque fuese de manera provisional, la iglesia comenzó a funcionar en 1592 y, a pesar de todos los avatares, Bouzas seguía atrayendo gente y continuaba creciendo. Numerosas familias deseaban asentarse en la cada vez más segura y protegida villa. Pero faltaban terrenos cercanos al mar dentro del casco urbano en los que levantar nuevas viviendas.
El obispado, aunque perdido su señorío civil y criminal desde la constitución del Ayuntamiento, continuaba conservando su estatuto de propiedad y jurisdicción sobre la propiedad de tierras y foros, a pesar del intento estatal de adquirírselo o abolírselo para su venta a un mejor postor a fin de incrementar su tesorería, por lo que tomó cartas en el asunto para solucionar el problema y avecindar al que lo desease.
En el año 1605, el obispo reinante, don Francisco Terrones del Caño (1601-1607), concede foros a unos cincuenta solicitantes para que construyan sus viviendas. Lo hace a lo largo de la hoy calle Covadonga y en la zona situada entre los entonces caminos a Coya y al Castriño, hoy calles de Martín Alonso Pinzón y de Simancas, respectivamente. Es curioso que en el concedido a un tal Juan de Carballal se incluya un obligatorio retranqueo de la edificación para la formación de la placita en la que se levantaba el crucero. Con todo ello se formó la compacta zona de viviendas del “Crucero Viejo”, entonces un barrio aledaño, con prácticamente las mismas alineaciones que hoy perduran.
Poco después también fueron delimitados y aforados los nuevos solares emplazados entre la villa y la nueva iglesia, creándose las calles hoy conocidas como las de Juan Sebastián Elcano; Alfolíes; de los Reyes, y de San Miguel. Con ello quedaba ya definitivamente trazada la definitiva configuración urbanística de la Villa.
Algunos años más pasaron hasta el día 29 de Septiembre de 1627, en el que hubo gran regocijo y fiesta mayor en la villa. El obispo de Tui, Fray Pedro de Herrera (1622-1630), procedió a consagrar ese día el gran templo, que había sido terminado el año anterior y que lucía esplendoroso, siendo dedicado al Arcángel San Miguel. Estuvo auxiliado en la ceremonia por el vicario de Bouzas y por casi todo su cabildo, asistiendo el pueblo en pleno y gentes foráneas que lo abarrotaron por completo. Las obras habían sido culminadas tras cincuenta años de trabajos, que habían sido interrumpidos varias veces por imprevistos sucesos, según hemos relatado.
1585-1720. Invasiones y guerras navales. El escudo de armas de los Correa. Francis Drake. Ingleses, portugueses y turco-moros en Bouzas. La Batalla de Rande.
A finales del S.XVI el país se debatía en la miseria a causa del despilfarro de su erario, con sus secuelas de pestes y hambruna, aumentadas con algunos fuertes temporales y malas cosechas que en nuestra villa influyeron en muchas familias que se vieron precisadas a solicitar la ayuda de sus convecinos. La solidaridad fue máxima y se fueron capeando los malos tiempos, aunque fuera necesario paralizar momentáneamente alguna de las obras en marcha.
Las de la iglesia, a pesar de todos los contratiempos y parón, estaban muy adelantadas cuando, a finales del mes de Mayo de 1589, llegan a Bouzas inquietantes noticias sobre el ataque que el corsario inglés Francisco Drake está realizando sobre la Coruña como represalia al intento de ataque español a las islas británicas en el año anterior.
Temiendo lo peor, ya que cuatro años antes dicho pirata había visitado la villa en una intentona de desembarco, de la que le habían hecho desistir por la fuerza, el juez de Bouzas, D. Antonio Fernández y el escribano del Concejo, D. Juan Davila Cabral, juntamente con el vicario D. Sebastián Pérez, avisaron a todos los vecinos de que se preparasen para el evento de un posible ataque. También fue aprestado el capitán de Bouzas D. ÁlvaroCorrea, hidalgo, de 60 años de edad, casado y Familiar del Santo Oficio; natural y vecino de la villa, para que organizase la defensa poniéndose al frente del sector de las tropas que se habían solicitado y que fuesen envidadas, y del paisanaje reclutado y armado para el caso.
El temido asalto no se hizo esperar mucho. Se produjo el día 25 de Junio de 1589, en el que Drake, huyendo de un nuevo descalabro en Lisboa, después del sufrido en La Coruña por la intervención de la heroica María Pita, entró en la Ríaviguesa, desembarcó en Teis y asolando a su paso las tierras desde Rande a Bouzas, llegó hasta el convento de Santa Marta, subiendo desde allí hasta Las Traviesas y Coya. Tomó el Castro de Vigo y quemó en la ciudad su iglesia Colegiata y hasta unas 570 casas, según relata el historiador J. De Santiago, causando la muerte únicamente a dos mujeres.
En Bouzas quemaron 37 casas frente a la “playa de los barcos” y saquearon varias más de la misma zona. Demolieron un magnífico y gran crucero de piedra, que seguramente había sido levantado por los franciscanos monjes “Pascualinos”, y al que debía el nombre de “Crucero Viejo” el paraje en el que se levantaba. Lo de “viejo” respondería más a su aspecto, debido a los verdosos y amarillentos líquenes que seguramente le cubrían, que a su verdadera antigüedad. Destruyeron y quemaron también la pequeña iglesia parroquial de San Miguel, juntamente con todas sus imágenes, y quemaron las cimbras y armaduras de madera de la nueva y gran iglesia que se estaba construyendo, abatiendo parte de los muros ya levantados.
Una vez vencidos, tras arduos y sangrientos combates, y alejados los feroces invasores, el Ayuntamiento se reunió en pleno y, ente otros asuntos perentorios del momento, se debatió sobre el reconocimiento que el Concejo, y la población, debían al capitán don Álvaro Correa que, con su valiente y arrojada intervención, y gracias a sus acertadas órdenes y previsiones, había salvado muchas vidas y haciendas.
Para conseguirlo había establecido un amplio cerco defensivo bloqueando, por una parte, los accesos desde Coya, Las Traviesas y Bayona, y por la otra concentrando a sus hombres en el Campo de las Redes y en el arranque de las hoy calles del Pazo y de los Herreros, con lo que la defensa general de la villa quedaba asegurada evitando así un movimiento envolvente del enemigo, dejando a los atacantes libres en la zona de la línea de playa, desde el Crucero Viejo hasta la nueva iglesia, que fue en dónde precisamente causaron los daños.
Para perpetuar su memoria y para que su comportamiento a favor de la villa y de sus pobladores fuese permanentemente reconocido, se tomó el acuerdo, con el beneplácito de todos los asistentes, de adoptar su escudo de armas como emblema del Municipio. Aceptó D. Álvaro Correa modesta y gratamente complacido, tomándolo como un acto más de servicio a su patria natal y a la Comunidad, agradeciendo a la vez la distinción que ello representaba para su familia y para él mismo.
En poco tiempo se fabricó y repujó una hermosa pieza de plata con la reproducción de su escudo de armas, rodeado con el lema “AYUNTAMIENTO DE BOUZAS”, que, seguramente, fue colocada en el panel frontal de la mesa presidencial del juez del Concejo, en el salón de actos. Hoy se la puede contemplar, perfectamente conservada e instalada, sobre nuestro antiguo pendón municipal en el Museo de Castrelos, juntamente con la vara o bastón de mando y la medalla edilicia consistorial como recuerdo de un glorioso pasado. Los boucenses se habían quedado sin iglesia en la villa, debiendo volver ala se San Martín de Coya para sus celebraciones. Inmediatamente pusieron manos a la obra para reparar los daños producidos en la que estaban construyendo y terminar al menos una gran parte de su nave para poder oficiar en ella. También restauraron, o construyeron de nuevo, el abatido crucero de piedra. Así, en 1592, tres años después de la tragedia, consiguieron reconstruir la parte derruida de la iglesia y levantar un cierre provisional, a la altura del tercer arco de la nave, para volver a reiniciar sus ritos y vida parroquial. Mientras tanto las obras continuarían lentamente al exterior de dicho cierre. El acceso a la iglesia se realizaba únicamente por la puerta lateral de San Miguel del costado Sur, inmediata al eventual cierre.
No solamente fue el corsario Drake el que interrumpió el desenvolvimiento normal de la villa. Reseñaremos brevemente los ataques más importantes que sufrió la villa haciendo un inciso en nuestro cronológico relato: En 1617, en el mes de Diciembre, el capitán de Bouzas, Don Álvaro Pérez de Ceta, tuvo que defenderla de una intentona de invasión de piratas turco-moros que la bombardeaban desde sus bajeles. Les hizo desistir del pretendido desembarco. A finales del año 1665 se produce la invasión portuguesa, cuya nación trataba de emanciparse de la Corona de España, a la que pertenecía desde tiempos de Felipe II. Las tropas lusas, penetrando por Goyán, invadieron todo el antiguo territorio de Toroño. El portugués conde de Pradó, que mandaba las fuerzas, estableció su cuartel general en Bouzas desde donde intentó montar el ataque y asedio a Vigo. Fue obligado a retirarse por una tropa de hidalgos, ayudada por los vecinos, no sin que antes hubiese saqueado e incendiado varias casas, robando al paso todo el tesoro de la iglesia.
En Septiembre de 1702la flota hispano-gala, que procedía del Nuevo Mundo cargada de tesoros, se refugia en la Ensenada de Rande, perseguida por una escuadra anglo-holandesa. Casi un mes después, durante los días 23 y 24 de Octubre, se entabla un feroz combate naval, con resultado desastroso para ambos contendientes, pues la española es incendiada y hundida y la anglicana se retiró, con muchas bajas, sin lograr su propósito ya que el tesoro había sido descargado previamente, a lo que cooperó todo el paisanaje de la zona, el de Bouzas incluido, que antes tuvo la previsión de esconder los tesoros de su iglesia parroquial.
Y, por fin, en el mes de Octubre de 1719 se presenta en la Ría una gran armada inglesa, al mando del general Cobham, que consigue desembarcar en Bouzas un contingente de 5.000 hombres. Se hacendueños de la villa a cambio de numerosos daños y saqueos. Instalan aquí su cuartel general, desde el que dirigen el ataque y sitio a Vigo que acabaría rindiéndose y firmando la capitulación en el mismo Campo de Bouzas. Se alejaron con su botín tras conseguir un rescate de 60.000 doblones por parte del arzobispo de Santiago, comprometiéndose con ello a no continuar su avance y ataque a la misma ciudad y catedral compostelanas.
Con su decidido espíritu de superación, los boucenses supieron sobreponerse en todos los casos a las desgracias de tanta desolación, reparar los daños, reconstruir lo quemado y rehacer sus vidas familiares y de trabajo, sin olvidar en ningún momento a aquellos seres queridos que habían perdido en los sucesos ni a los personajes y Autoridades que les habían protegido en los momentos críticos.
1790-1904. La Nueva Casa Consistorial. La flota de vapor. La industria conservera y de salazón.
Con el tiempo, y pese a las reformas efectuadas, el antiguo edificio municipal de la hoy calle de Ramón Álvarez estaba en estado ruinoso y era preciso su abandono y traslado de dependencias. El día 17 de Mayo de 1791 fue inaugurada la nueva Casa Consistorial, mucho más amplia y capaz, que se situó en un edificio sito en la calle Del Pazo, casi enfrente de la Plaza de la Villa, dónde permaneció hasta su extinción como ayuntamiento. En éste inmueble, recientemente reconstruido, está instalada hoy en día la Casa de la Cultura, albergando también la Asociación de Vecinos.
Estaba mediado el siglo XIX, cuando el obispado de Tui, al igual que todos los de España, recibe un serio varapalo por parte del Gobierno de la Nación. La llamada “Desamortización de Mendizábal”, llevada a efecto por la Ley de 29 de Julio de 1837, con el único objeto de hacer frente a la Deuda Pública del Estado, que tenía nuevamente sus arcas vacías, trajo consigo la extinción de los monasterios, conventos y congregaciones religiosas existentes. También la Nación se apropió de todos aquellos privilegios que la Iglesia poseía cesando así la iglesia de Tui en el señorío secular del que venía disfrutando, por el antiguo privilegio real de Enrique II, sobre sus propiedades, bienes, tierras, mandas religiosas, y foros de sus feligreses.
El negocio del Estado, tras malvender las propiedades desamortizadas, no fue tan boyante como esperaba su ministro de Hacienda, pues se vio en la necesidad de atender a la subsistencia de los religiosos exclaustrados, naciendo así la Beneficencia Nacional para acoger también a los necesitados a los que venían amparando las Órdenes Religiosas.
En el puerto de Bouzas se centraba el eje de la prosperidad y evolución de la villa. Su tradición marinera y pesquera era milenaria. Desde que sus primeros habitantes habían basado sus sustento en los productos de la mar habían surcado sus aguas muchas pequeñas embarcaciones, muy rudimentarias en un principio, que se habían ido perfeccionando y creciendo en número hasta formar una gran flota que, a principios del siglo XVI, llamaba la atención por su buen hacer, a pesar de la competencia impuesta por la vecina villa de Vigo, que pertenecía al arzobispado de Compostela.
Cuando el obispado de Tui comprendió la importancia de la situación geográfica de Bouzas, y conociendo su laboriosidad y lealtad, pensó en ella, hacia 1505, como la de una futura cabeza municipal y parroquial. Lo primero que hizo fue conseguir para su puerto prerrogativas e indiscutibles ventajas para lograr fuese el más concurrido de todos los de la Ría. Gracias a ellas se encontró con su situación de puerto franco; con la capacidad de pescar y salar todo el pescado que quisiese; con la libertad de tránsito por su demarcación de mercancías liberadas de aranceles; con almacén para la sal, etc. También lo dotó de un muelle para atraque de los grandes buques mercantes que ya entonces surcaban los mares transoceánicos. Los puertos cercanos de Bayona, Vigo y Redondela se quejaban de que allí no concurrían barcos y de que su vida comercial languidecía.
En cuanto a la pesca, aparte del pulpo, calamar, crustáceos y bivalvos, su principal cosecha era la de la sardina y el jurel, muy abundantes en aquellos tiempos. Creció la industria conservera y de salazones, y comenzaron a llegar técnicos catalanes que mejoraron e incrementaron grandemente la producción. Tal era la abundancia que la sardina se salaba y se secaba al sol, guardándola para épocas de escasez o de temporales. También se prensaban para convertirlas en arenques, comercializando aparte su aceite. Se exportaban en barriles y tabales a toda Europa y al Nuevo Mundo.
La aparición del barco de vapor, a mediados del siglo XIX, aportó a Bouzas un inusitado crecimiento, pues fueron muchos los barcos adaptados o construidos con la nueva propulsión, que les permitía alcanzar en pocas horas caladeros hasta entonces impensados.
1904 – S.XX. Anexión al Ayuntamiento de Vigo.
Tal fue el incremento, que en el año 1904 se comenzó la construcción de un muelle de piedra, que en poco tiempo tuvo que ser ampliado ante la patente necesidad de líneas de atraque para tanto barco comercial y pesquero. Al mismo tiempo nacen numerosas empresas y astilleros para tal construcción de toda clase de embarcaciones que, al día de hoy, se han hecho acreedoras del reconocimiento mundial.
Poco antes de comenzarse la construcción del muelle de piedra, que fijaría el principio de la configuración del gran puerto, el Ayuntamiento de Bouzas se enfrentaba al profundo dilema de su inmediata desaparición y del futuro representativo municipal de sus habitantes.
Hacía más de veinte años que el Estado venía pensando en la reorganización administrativa y geográfica del territorio nacional ante la proliferación de Ayuntamientos. Realmente había razón para ello, ya que resultaba un tanto irónico que lindasen, prácticamente confundiéndose, poblaciones pertenecientes a distintos municipios, muchas veces con clara superioridad censal y extensión territorial de una de ellas con respecto a las otras. Este supuesto desorden exageraba los gastos del erario público.
En 1888 y 1898 ya se habían promulgado a este fin sendas leyes sobre el Ordenamiento de los Términos Municipales, que preveían la Agregación de unos a otros en determinadas circunstancias de proximidad y censo de habitantes, fijando ya las posibles anexiones o agregaciones.
El 28 de Diciembre de 1903, las Cortes españolas aprobaron un proyecto de Ley sobre dicho tema, que se refería exclusivamente a los Ayuntamientos de Bouzas y Vigo, en el que, tras explicar los motivos y desarrollo de dicha propuesta, recogía en su Artículo primero:
“Se agrega al Término Municipal de Vigo el de Bouzas, en la provincia de Pontevedra…”.
Este proyecto fue elevado a rango de Ley, y firmado por el rey don Alfonso XIII con fecha 5 de Enero de 1904 teniendo efectos inmediatos.
Enseguida se llevó a efecto la transmisión administrativa de poderes, evacuándose consultas al Gobierno Civil de Pontevedra sobre la representación que habían de tener los intereses ciudadanos de la villa de Bouzas en el nuevo régimen municipal.
La salomónica y acertada respuesta del Ministerio de la Gobernación fue la de que entre los concejales que formaban el Ayuntamiento de Bouzas se eligieron ocho de ellos para pasar a formar parte del Consistorio de Vigo. No sabemos nada sobre la actuación de esta representación edilicia, aunque sospechamos que, seguramente por razón de la distancia, no fue todo lo activa que se requería, debiendo haber quedado, por lo tanto, un poco al margen de la vida municipal en los primeros tiempos de la agregación.
Está claro que no se trató de una absorción, sino de una Agregación, efectuada con el único fin organizativo de seguir colaborando todos unidos por el bien común, en una entidad ahora mucho más numerosa.
Durante la dictadura de Primo de Rivera se suprimieron, en 1923, las Corporaciones Municipales, sustituyéndolas por Juntas Civiles de Administración Local, con lo que seguramente se produjeron muchos actos de corrupción y pillaje. Una vez depuesto Primo de Rivera, y con don Dámaso Berenguer presidiendo el Directorio Militar, cuyo mandato fue reconocido como la “dictablanda de Berenguer”, se celebraron en 1931 nuevas elecciones municipales democráticas, que ganaron claramente las fuerzas de la izquierda, restableciéndose las antiguas Corporaciones. Ello trajo consigo la inmediata declaración de la República, con la consiguiente caída de la monarquía y exilio del rey Alfonso XIII. No se arregló la situación y continúo el desorden.
Durante la guerra civil (1936-1939), con la democracia desaparecida, las Corporaciones fueron nombradas dictatorialmente, apareciendo el “amiguismo”, y así continuaron hasta la desaparición del general Franco en 1975. Con la inmediata instauración del multipartidismo, y aprobación de una nueva Constitución nacional, la situación se acomodó de nuevo a las elecciones democráticas de los gobiernos locales, según continúan al día de hoy.
Nuestro querido Bouzas ha dejado de ser la antigua Villa trabajadora y señorial independiente para integrarse de pleno derecho, sin llegar a perder sus características, personalidad, e idiosincrasia, en una ciudad que continúa, ya en tiempos contemporáneos, creciendo urbanística, social e industrialmente.
JUSTO FERNANDEZ FANDIÑO. 2002.